Vivimos en una era en la que incluso nuestras heridas emocionales se han convertido en producto. En ciertos casos la salud mental, el sufrimiento y la soledad no sólo se visibilizan, también se comercializan.
La semana pasada en El trauma como mercancía, reflexionaba acerca de cómo artistas y personajes públicos utilizan sus experiencias traumáticas como estrategia de marketing. Exploraba también las tensiones entre visibilizar con honestidad y explotar el trauma como gancho emocional.
Esta búsqueda de ese equilibrio entre qué es lícito - desde la moralidad - sacar a la luz, y qué puede ser considerado una capitalización de una experiencia personal difícil y compleja, me ha llevado a cuestionarme dos cosas:
Dónde está esa línea invisible que separa ambos, quién decide al respecto y cómo se juzga esto, algo que también trato de manera superficial en el artículo anterior y que me resulta bastante difícil de discernir.
Cuáles son las razones por las que yo misma publico contenido emocional e intimista, por qué comparto mi historia personal, y con qué fin. Porque la coherencia es un valor importante para mí, trataré de explicarte en el artículo de hoy el por qué de escribir desde este lugar más emocional. Aunque soy muy consciente de la dificultad de este objetivo, siempre trato de ser lo más coherente posible conmigo misma, mi historia personal y también con mi forma de conducirme en el mundo. Sé que no siempre podré conseguirlo, pero nunca dejaré de intentarlo.
1. ¿Por qué comparto mi historia personal?
Quién le iba a decir a Don Francisco Umbral que su aparición en “Queremos saber”, se haría famosa no por su libro La década roja - motivo por el cual acudía al programa - sino por su frase “Yo he venido a hablar de mi libro”.
Hoy me apropio de ella, porque vengo a hablarte de mi libro, a contarte cuál es el origen y la razón por la que en muchos de mis artículos menciono ciertas experiencias personales complicadas y por qué estoy convencida de lo necesario de seguir haciéndolo.
Es más, el principio de este artículo ya tiene sus “tintes lastimosos”. Así que te invito a dejar de leer sin remordimientos si …
te aburre el contenido intimista
te resulta penoso leer sobre procesos terapéuticos y de desarrollo personal
sientes que el contenido emocional no te aporta nada
Por aquí, de uno u otro modo, siempre te voy a dejar retales de mi vida u opiniones personales, sean tristes o alegres, controvertidas o no. Al final todos esos trocitos forman parten de quién soy hoy, me gusten más o menos.
Here we go!

Cuando en 2021 comencé terapia, lo hice porque creía que me estaba volviendo loca. No exagero. De corazón te digo que lo pensaba.
Algo raro me pasaba, sentía que nada volvería nunca a estar bien. Me preguntaba: “¿Será que me voy a sentir así toda la vida?”. Tampoco tenía ni idea de qué significado e implicaciones tenía ir a terapia ni cómo me podía ayudar.
Durante los primeros meses de consulta semanal libré una batalla interna entre mi mente - en ese momento mi principal enemiga - y mi emoción, mi cuerpo y estado de ánimo, que pedían auxilio al verse acorralados.
Llegado el punto en que la mente no bajaba los escudos, Fran ( mi psicólogo entonces ) me pidió, como parte del proceso, que comenzara a contarles a un círculo pequeño de personas de mi entorno por lo que estaba pasando.
Me resistí. Más bien mi mente se negaba porque trataba de proteger mi vulnerabilidad: contar algo que ni yo misma comprendía me exponía demasiado. Al juicio, a la crítica, a los ojos de los demás, al rechazo - si bien todo eso estaba dentro de mí, claro. No había peor crítica que mi propia voz interior.
Así que para que mi mente se relajara, me invitó a practicar con él. Y, aunque parezca un tanto absurdo, funcionó: me dio el mínimo de confianza que necesitaba para comenzar a compatir lo que me ocurría. Hoy sé que fue el impulso que necesitaba para dejar de resistirme y entregarme al proceso.
HAY PODER EN COMPARTIR
Lo que acabo de relatarte es una parte muy íntima de mi historia personal, como he hecho ya en otras publicaciones. Hace 4 años ni tan siquiera me atrevía a contarle a mi marido, a mi familia o a mis mejores amigas qué me estaba ocurriendo y ahora escribo sobre ello en una aplicación donde me pueden leer cientos de personas. Aún me impresiona y, aunque cada vez menos, me sigue dando un poco de vértigo.
¿Y por qué lo hago, entonces?
Compartir retazos de mi historia ha sido muy liberador y un punto esencial en mi recuperación. En primer lugar, porque hablar y escribir sobre mi experiencia me ha llevado a darle forma a la confusión y el dolor, logrando distanciarme así de ello e integrarlo con mayor serenidad.
A la vez, mostrar destellos de mi vida y volver sobre ella me ha dado la oportunidad de mirarla con nuevos ojos desde la persona que soy hoy. Puedo así reinterpretar lo que pasó, encontrar sentido, y recuperar el poder sobre mí misma.
Como te decía, antes no compartía nada demasiado profundo o emocional por lo que pudieran pensar de mí. He escondido mucho a lo largo de mi ya no tan corta existencia por miedo, culpa o vergüenza. Romper ese silencio a través de las palabras me ha liberado de un peso enorme.
Al escribir acerca de mis emociones o experiencias lo hago siempre desde mi propia vivencia, desde la empatía por el otro, pero sobre todo desde el cariño y respeto por mí misma y el reconocimiento del camino recorrido.
No obstante, lo esencial es la sensación de estar conectando de manera más profunda al mostrar una parte de mí más real y auténtica. Cuando escribo siento que tiendo un puente conmigo misma y con mi propia historia pero, sobre todo, con otros que pueden sentirse identificados con lo que cuento y que quizá aún no tienen la suficiente confianza como para abrise a mostrarlo. Y esto es lo que da más valor aún al propio proceso de compartir.
2. Reivindicar el valor del contenido emocional
Para algunas personas, lo que he contado arriba puede resultar demasiado lastimoso, una sobreexposición con mera finalidad morbosa para llamar la atención por un propósito determinado, sea captar clientes, seguidores, vender un producto o simplemente participar de lo que parece ser el auge de la victimización.
Estoy muy de acuerdo, como comentaba en El trauma como mercancía, en que hay quienes aprovechan este contexto para exponer ciertas historias con un gran componente emocional desde el exhibicionismo, y eso es, para mí, un uso erróneo de este tipo de contenido.
La escritura emocional no es un ejercicio creativo o una forma de expresión para contar miserias con el fin de causar un fuerte impacto y conseguir notoriedad y ventas inmediatas. Es un acto de valentía a través del cual abres la puerta a una intimidad, oculta a veces incluso para la propia persona que escribe. Supone mirarte desde otro prisma más compasivo, permitirte sentir sin pedir perdón por ello, y reconocer todo lo atravesado sin minimizarlo.
En mi caso, cuando escribo desde lo que siento, no busco dramatizar, ni provocar, ni convencer. No busco generar pena en el otro, ni que nadie se apiade de mí por lo mal que lo pasé. No busco likes. No lo hago por una necesidad de llamar la atención, o por moda. Tal vez otros lo hagan. No es mi caso. No es esa mi intención, ni debería ser la de cualquier persona que busque generar vínculos duraderos y profundos en cualquier esfera de su vida.
Sólo deseo ser fiel a lo que vive dentro de mí. Y al hacerlo, me reconozco y encuentro un lugar donde ubicar lo que transité.
Lo más hermoso de este proceso es la conexión. A veces, alguien me escribe para decirme: “Te estaba leyendo y pensé, Laura me ha leído la mente”. Es entonces cuando logro ver lo que más valor le da a este camino: que al compartir mi voz, existe la posibilidad de que otras personas encuentren la suya y mis palabras puedan dar nombre a lo que otros aún ni saben describir, y que en ese reconocimiento mutuo, nazca una forma nueva de compañía.
Hubo un momento en que yo lo hubiese necesitado y no lo encontré, o no supe llegar a ello. La certeza de saber que mi escritura tiene el poder de sostener, despertar, activar o dar consuelo es el principal propósito de por qué lo hago
Por eso escribir, para mí, es tender la mano. No desde el consejo ni de la pretensión de la verdad absoluta, desde el exhibicionismo del problema y la miseria como tal, sino desde la vulnerabilidad. Desde esa parte humana y frágil que todos compartimos y que, cuando la mostramos, nos hace sentir menos solos.
Reinvindicar, por tanto, la importancia del contenido emocional desde la autenticidad y la vulnerabilidad sutil es la intención principal de este artículo y lo que mueve mis servicios de copywriting y mi escritura en general. Sin la emoción, ¿dónde nos ubicamos? ¿Qué queda de nosotros? Sin lo que nos hace humanos nos quedamos en la superficialidad, uno de los grandes males que aflige nuestra sociedad.
Por ello, estoy convencida de que contar tu historia desde quien eres de verdad, no desde lo que piensas que otros quieren oir, de lo que te hará tener más seguidores, o darte mayor popularidad, es imperativo en un mundo tan vacío y exento de conexión real y profunda. También de que es la forma más honesta de llegar a otros; a través de tí misma.
Es esta convicción la que me llevó a crear Copywriting con alma; ni el show por el like, ni los mensajes de márketing agresivos funcionan conmigo ni es mi manera de escribir y trabajar, algo que descubrí durante mi formación como asistente virtual.
Si estás leyendo esto y alguna parte de ti resuena, solo quiero decirte que tu historia también merece ser contada y que abrirte por el deseo de conectar y generar un vínculo duradero y profundo en otros no te hace débil, sino profundamente humano. Desde ese lugar, todo lo que se comparte tiene el potencial de ser la llave no sólo hacia tu propia sanación sino también a la de otros.
Desde el corazón,
Laura

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📚 Libro recomendado. Wish You Were Here, Jodi Picoult.
🚪 Antes de marcharte, te invito a que te tomes un té aquí y me conozcas un poco mejor.
Como tú bien dices compartir desde la fragilidad es lo que nos permite acercarnos . Compartir desde ese espacio donde los límites se desdibujan, compartir desde la incertidumbre , desde lo constitutivamente humano, es la única forma de “tocarnos”. Gracias Laura!
Gracias por compartir tus sentimientos de forma sincera y honesta. Desnudarse interiormente suele ser complicado y requiere valentía.
Me alegra que encontrases la manera de sanar.