Hoy te comparto algo que escribí y publiqué en Blogger hace un año. En mi teletransporte a Substack, se ve que esta reflexión, en un tono más crítico al que acostumbro, desapareció en esta galaxia infinita que es la red. Sigo pensando lo mismo hoy. Es mi opinión personal, y me encantaría como siempre, conocer tu punto de vista. Porque nuestras diferencias no deberían separarnos, sino enriquecernos y hacernos más fuertes. Espero que lo disfrutes.

No suelo hablar de política porque ya hace mucho tiempo que no entiendo nada y porque se ha convertido en un tema tabú, que sólo suscita crispación. Pero hoy necesito desahogarme y expresar aquí, en mi rincón del mundo, lo que pienso de muchas cosas que me apenan, entristecen y asquean al respecto de la situación política de nuestro país.
De hecho, te confieso que llevo sin votar en las últimas 3 ó 4 ( ya he perdido la cuenta ) convocatorias de elecciones porque siento que nuestros políticos no tienen base ética ni moral, ni formación ni conocimiento, y sobre todo, no se preocupan por sus ciudadanos.
Ningún partido me representa porque sólo les interesan los votos y mantenerse en el poder a cualquier coste. Es denigrante ver cómo mienten a cara descubierta, hacen promesas que incumplen a los 3 días, roban, manipulan, ponen y quitan jueces y modifican las leyes a su antojo, pisoteando las bases de un supuesto sistema democrático.
Lo peor de todo es que hay quien no se da cuenta de ello y como sociedad, estamos tolerando que se tomen ciertas decisiones aunque no representen lo que quiere la mayoría de la población porque ellos sólo velan por conseguir y mantener un escaño, unos privilegios, y los votos de su gente.

Como si el resto del país no tuviese derecho a existir por ser los otros. Y así nos dividen, en el o estás conmigo o contra mí, o eres del Barça o del Madrid, del norte o del sur, de izquierda o de derechas, rojos o fachas, de playa o montaña, independentista o nacionalista.
Últimamente, no dejo de preguntarme y de preguntar en mi entorno, qué narices es la derecha y qué es la izquierda. Y la gente me mira como si me hubiese vuelto tonta de repente, yo, persona a la que se me sabe de cierto nivel intelectual y demás (léase con cierta ironía), ¿no sé lo que es la derecha y la izquierda?
La izquierda, me dicen es la ideología que mira por los derechos de los trabajadores, por el bien de la clase obrera, los derechos de las minorías y se preocupa por el ciudadano de a pie, por los derechos de los animales, el medio ambiente, el cambio climático y la sostenibilidad.
Para ellos, todo lo opuesto es la derecha. Los que matan y comen animales sin pudor, los que ahogan al pobre obrero a impuestos y no le permiten que lleve una vida digna, el empresario cabrón y aprovechado, los señoritos terratenientes que miran a los demás por encima del hombro y que sólo quieren su propia riqueza aunque sea pisoteando al otro. Los que sólo quieren privatizar y quitar derechos a los trabajadores. Los maltratadores de mujeres y machistas, los seres más pueriles de toda la sociedad.
La derecha, me dicen por otro lado, es la defensora de las empresas y aceleradora de la economía, creadora de riqueza y promotora del progreso, adalid de la propiedad privada y la monarquía, de las tradiciones y costumbres, de la fe y el dogma de la iglesia y la familia.
Para ellos, todo lo opuesto es la izquierda. Esos que viven del cuento, que no aportan a la sociedad, que sólo quieren ocupar edificios porque no quieren trabajar. Los que se drogan, los que no aceptan órdenes, no estudian, no creen en nada, los sucios y apestosos que no se lavan. Los que abogan por la libertad de fronteras y quieren que otros vengan a quitarnos el trabajo, que quieren vivir en comunas y convivir como si fueran animales.
Yo leo ambas descripciones, y sólo veo caricaturas de una realidad que no existe, un constructo mental en el que seguimos creyendo a pies juntillas. El inconsciente colectivo ha generado unas asociaciones sobre qué es ser facha y qué es ser rojo, derivadas de los años previos y posteriores a la guerra civil española entre el 36 y el 39.
Una terminología que, basada en una realidad correspondiente a una época traumática y horrible de nuestra historia que acabó hace ya casi 90 años, seguimos aceptando como válida.
Son creencias basadas en un pasado que nos ha dejado tal impronta que no nos hemos dado cuenta de que la actualidad ha cambiado, que el mundo ya no es el que era; encasillarnos con términos e imágenes mentales de ese pasado impide poder mirar a nuestro alrededor y comprender cuáles son los problemas reales actuales de la sociedad y darnos cuenta de que estos modelos ideológicos están desfasados y obsoletos.
Lo que hoy en día se definen como partidos de izquierdas, derechas o centro están todos enraizados en un sistema corrupto, podrido, y acabado que no les interesa cambiar. Con ello juegan políticos y medios: con sus falacias y su afán por amedrentar a través del miedo, el odio y el rencor, consiguen dividirnos y vestir una verdad de mentiras, como en la fábula El traje del nuevo emperador.
El problema está en que nadie le dice al emperador que va desnudo; el que dice que va desnudo, es tachado de loco o de traidor, de ser una cosa u otra. O estás conmigo o estás contra mí, incitándonos a temernos los unos a los otros referenciando a Hitler, Mussolini, Franco, Lenin, Stalin o el Ché como representantes de unas ideologías u otras.
Y es que el miedo y el odio son las mejores herramientas políticas que hay. Mis abuelos vivieron la guerra y la postguerra, mis padres la dictadura y la transición, pero mi generación ya ha nacido en un país en democracia. Aunque marcada por el terrorismo de ETA, era una democracia muy joven e inexperta, con ansias de mejorar una sociedad y un país con enorme potencial, con convicción e ideales muy altos, pero que cometió el error de enterrar bajo la alfombra toda la mierda de los años de la dictadura.
Por eso, dejé de creer en la democracia hace ya bastante tiempo. Ningún partido mientras ha estado en el poder ha decidido establecer conversaciones para ver qué fisuras tenía el sistema e intentar trabajar juntos para construir uno más democrático y adaptado a los nuevos tiempos y retos de la sociedad actual, que nada tiene que ver con la sociedad de los años 70. Y no puedo dejar de preguntarme el por qué.
Para mí, un sistema democrático debería promover la igualdad de oportunidades, evitando los partidismos y concesiones, y fomentar la libertad, entre otras muchísimas cosas que no me caben en un sólo post. Por ejemplo, siempre me he preguntado por qué los sindicatos están subvencionados por el gobierno. ¿No provoca eso que sus intereses estén siempre a favor del partido que les interesa? A mi modo de ver, esto fomenta la corrupción y el tráfico de influencias, pero quizá que esto es así por motivos que a mi se me escapan.
También este sistema debería ante todo respetar la división de poderes, algo que nunca ha ocurrido en este país porque siempre ha habido influencia política en la propuesta de candidatos a vocales del CGPJ, aunque lo que está ocurriendo en este último año con respecto a la amnistía o los casos de corrupción supera cualquier límite. En mi opinión, el fin nunca justifica los medios, menos aún si se trata de aplicar la ley de manera parcial a cambio de favores.
Por otra parte, creo que debería respetarse siempre la decisión de los votantes; ¿por qué no se conforma gobierno con el resultado de las elecciones, aunque sea sin obtener mayoría absoluta? ¿Dónde se dice que no se pueda gobernar teniendo un número de escaños que no represente mayoría? ¿No se puede establecer un gobierno con representantes de manera proporcional?
Claro, para ellos es más fácil no tener que hacer su trabajo, es decir, hacer política, negociando y encontrando puntos en común por el bien del conjunto de la sociedad española. Algo que, en mi opinión, tampoco ha hecho ninguno de los gobiernos de este país en los últimos 15/20 años.
Si los políticos tuvieran como principal objetivo el bien del país y no el suyo propio, trabajarían juntos para buscar soluciones y tendrían en mente sólo el bien de todos y no el de sus propias ambiciones personales o de su partido. Y sé que a muchos esto les suena a utopía; los políticos sentándose a dialogar, ¡suena a chiste!
Por eso dejé de participar en las elecciones, porque sentía que mi voto sólo invita a gente sin escrúpulos a hacer lo que les da la gana con el poder que se les otorga, sean del partido que sean.
Siento que por eso nos vemos donde estamos, en un punto de no retorno donde los egos y las ansias de poder y protagonismo de unos pocos están dinamitando una sociedad herida por los rencores y frustraciones de un pasado más presente que nunca. Mientras sigamos siendo presas del miedo y de las cicatrices de ese pasado, será imposible poder crear un futuro diferente.
Desde el corazón,
Laura
No sé qué solución tiene esta situación, Laura, que tan bien (a mi parecer) has descrito. Si la hay, tal vez pase, precisamente, por la reflexión individual compartida entre todos/as. Pero creo que cada vez hay menos personas que saben reflexionar con una cierta autonomía... cosa que no es casual, como no lo es que sigamos peleándonos entre nosotros casi un siglo después.
Donde sí veo ciertos atisbos de esperanza es en el descreimiento generalizado hacia la clase política, que comparto. Lo que tú nos cuentas, tus sentimientos y opinión sobre este tema, no es algo aislado. Me da la sensación de que cada vez más y más gente se está dando cuenta de lo que tú cuentas en tu carta. Y por ahí, tal vez, se esté filtrando la luz.
Ojalá...
Gracias por escribir y animarte a hacer público este texto, Laura. Creo que haces un gran bien. 😌🙏
Hola, Laura! Gracias por publicar esto. Las voces que cuestionan la narrativa de la separación y el odio son muy necesarias. Da igual que nos etiquetamos como de derechas o de izquierdas, si pensamos que el Otro es el mal, tenemos un problema. Más que votar o no votar a unos o a otros, lo más perjudicial es el que miremos a una gran parte de la población, la que vota distinto, con desprecio, en lugar de intentar entenderla. Porque en cuanto escarbas un poco te das cuenta de que las diferencias no son tan grandes, más bien las historias que sostenemos son distintas, y por desgracia tanto en la derecha como en la izquierda son historias tremendamente parciales, ineficaces, paralizantes. Un abrazo, Laura! M 💜