1. La decadencia del sistema educativo
En La decadencia del sistema educativo criticaba la desvalorización del profesorado, el abandono de las enseñanzas públicas y la falta de apoyo institucional.
Al mismo tiempo, advertía de los peligros del empobrecimiento cultural y democrático derivados de una educación sometida al control político: no puede haber una ciudadanía libre sin una educación en libertad.
Con los tintes orwellianos de la actualidad española, no sorprende que los gritos de auxilio del sistema educativo estén pasando desapercibidos. ¿Sería raro pensar que tal vez están siendo silenciados con un propósito?
No tengo formación como analista, ni tampoco idea de política. Lo que sí tengo son dos ojos en la cara, capacidad de pensamiento crítico y conocimiento de primera mano del abadono institucional y la desidia de la administración pública.
En mi experiencia como docente, he vivido tantas situaciones denigrantes que necesitaría una enciclopedia para plasmarlas todas.
El principal problema es que la ciudadanía no es consciente de lo que está ocurriendo en los centros educativos, y no hablo sólo del declive en la calidad de la formación en sí misma, sino también de la dificultad del desempeño de la labor docente tanto en el aula como fuera de ella.
Por todo ello, es esencial dar voz a la comunidad educativa para arrojar luz sobre nuestra situación, porque siento que no va a poder sostenerse durante mucho más tiempo. El sistema educativo es la crónica de una muerte anunciada: se hunde mientras quien debe acudir al rescate mira para otro lado.
👩🏼🏫Antes de seguir, te pediría que, si tienes a algún profesor en tu entorno cercano, le dediques un mensaje, o una llamada y le muestres tu cariño. Muchos nos sentimos muy solos. Estamos perdiendo la fe en nuestra profesión, algo realmente peligroso en una sociedad sana y con futuro.
2. La función pública como compromiso ético
El espíritu intelectual, idealista y humanitario de mi sol en Acuario siempre ha querido luchar por una sociedad más libre y justa; me pedía ejercer una labor allí donde pudiese aportar. Me llevó a creer que poniendo mis conocimientos al servicio de la sociedad, como parte del funcionariado público, contribuiría a plantar la semilla de un mundo mejor.
Para mí, la misión de un funcionario público es velar por los intereses de la ciudadanía y actuar como agentes de cambio al servicio de la comunidad.
Su verdadero poder reside en hacer la vida más fácil al ciudadano, fortalecer con su labor la confianza en las instituciones y trabajar con compromiso ético para construir un futuro mejor y más justo. Esta ha sido y sigue siendo mi forma de ver mi función dentro del sistema.
Entenderás, entonces, que me invadan la frustración y el desencanto ante la degradación de las instituciones públicas por intereses mezquinos. Desde su politización y uso partidista, pasando por la falta de renovación e impunidad ante gestiones negligentes y criminales, hasta la desinformación y la polarización alentada por una corrupción endémica, todo ello ha contribuido a su deterioro.
Yo, que como acuariana creo con firmeza en el poder transformador de las ideas, me pregunto: ¿Cómo es posible que quienes deben servir al bien común actúen como si fueran dueños del sistema?
La respuesta es sencilla: porque nosotros lo hemos permitido. Esto ha ocurrido - y sigue ocurriendo - delante de nuestra narices mientras, absortos delante de la pantalla de un móvil, anestesiados de Netflix y alcohol, embriagados por la última victoria de nuestro equipo de fútbol, divididos por colores e ideologías sacados de los libros de historia, no nos importa que se pisoteen nuestros derechos y las bases de nuestro estado.
Y lo peor no es que no hagamos nada para evitarlo, es que hay quien ni tan siquiera es consciente de ello. Me indignan tanto la corrupción como la pasividad de quienes la toleran.
¿Hasta dónde estamos dispuestos a aguantar?
3. Despotismo institucional
Lo que sufrimos los españoles tiene un nombre: despotismo institucional. Pero voy a centrarme en mi ámbito, que es de lo que puedo hablar con propiedad y conozco: el sistema educativo.
Las decisiones bajan desde arriba como órdenes inapelables, sin diálogo. Normativas elaboradas por personas que nunca han pisado un aula, que además cambian en función a quién gobierne o cuáles sean sus intereses. Imposiciones sin sentido pedagógico, exigencias que ignoran por completo las necesidades de docentes, alumnos, equipos directivos y personal de administración.
Todo es un parche con propósito partidista para mostrar una realidad disfrazada con cifras carentes de significado. Así, la administración pública ha adoptado una lógica empresarial y productista que es incompatible con el sentido profundo de la educación. Se habla de eficiencia, de resultados, de protocolos y de productividad, ¡como si enseñar fuese una cadena de montaje y no un acto humano y complejo!
El sistema no quiere profesionales con criterio sino engranajes que deben obedecer y callar. Y así, remamos hacia ninguna parte en un barco que se hunde sin preguntarnos nada. ¿Cómo no sentir frustración cuando lo único que se espera de ti es sumisión? ¿Cuando te imponen órdenes sin sentido que no repercuten en el bien del alumnado y que te impone obligaciones que no te corresponden?
Bajo esta lógica, lo importante no es el bienestar del profesorado ni del alumnado, sino que todo “funcione” en apariencia, que las cifras cuadren. La pedagogía queda relegada a un eslogan vacío, mientras lo esencial —el vínculo, el conocimiento, la creatividad, la reflexión — se ahoga bajo capas de burocracia.
4. Administración negligente
Antes de seguir, déjame aclarar algo: no todos los profes son buenos profesionales, ni buenos compañeros. Hay de todo: buenos profes pero malos compañeros, y malos profes pero buenos compañeros. También hay quien rezuma incompetencia por los poros e intenta siempre hacerle la vida imposible al otro, y quien intenta ser ejemplo para todos.
No es mi intención romantizar la figura del profesor, pues en mis 15 años me he encontrado de todo. Yo misma intento siempre hacer las cosas lo mejor que puedo, pero soy consciente de que me he equivocado en muchas ocasiones. No busco un pin a la mejor persona, compañera o profesora. Sólo intento ilustrar mi realidad, y la que creo es la de muchos otros.
Al fin y al cabo, los profesores somos humanos con nuestros defectos y virtudes. Lo que siempre podré decir es que he actuado con la mejor de las intenciones, que nunca he ido en contra de nadie y que he dado a veces más del 100% de lo que se me pedía, lo que me ha costado más de un problema personal y de salud. Y puedo afirmar que es la norma imperante entre los docentes que conozco que viven la educación como vocación y con sentido de la justicia.
Dicho esto, quiero compartir contigo una historia personal a modo de ejemplo de la realidad de los centros educativos que conviven con una administración negligente.
Hace 3 años formé parte del equipo directivo de la escuela en la que trabajaba. Nos incorporamos el equipo íntegro nuevo sin ningún traspaso ni formación por parte de la administración ni del equipo anterior, gran parte del cual se marchaba a otros centros.
Lo cierto es que el sistema tampoco exige en ningún momento que haya traspaso alguno; a 1 de julio nos encontramos que teníamos que dirigir un centro educativo. Como el que echa un huevo a freír. Por un segundo te pido que imagines esa situación, ¿qué harías? ¿Por dónde empezarías?
Como es lógico, fuimos salvando la situación preguntando a otros docentes que con su compañerismo y amabilidad se ofrecían a ayudarnos. Y aprendimos de nuestra administrativa, que nos salvó el culo durante esos primeros meses.
Aún así, con ilusión, nos dispusimos a cambiar las cosas; de repente, nos enteramos que la persona que ocupaba el puesto cesaba - no me extenderé en hablar de las condiciones del personal de administración y servicios porque eso es otra historia - y nos tocaba a nosotros afrontar todos los trámites y gestión administrativa que, aunque era un centro pequeño, no teníamos la experiencia ni la formación para llevarlas a cabo.
En innumerables ocasiones pedimos personal para cubrir ese puesto, porque tampoco nosotras sabíamos si lo estábamos haciendo bien o no. Nuestras peticiones fueron ignoradas; además de dar clases y ejercer las labores propias de un puesto en el equipo directivo sin experiencia de ningún tipo - hablo por mí - estábamos aceptando tareas y funciones que no nos correspondían.
Al plantear la opción de dejar de llevarlas a cabo ante la inabarcable carga de trabajo, ¿cuál fue la respuesta de la administración? Que podíamos incurrir en una sanción por dejación de funciones y no atender las necesidades de un centro público. Ahá, bien. ¿Y la dejación de funciones de la administración para con nosotras, que no cumple con su labor de cubrir las necesidades mínimas de una institución pública?
En mi caso, yo estaba dispuesta a lo que fuese por rebelarme contra la situación pero no dependía sólo de mí. Así que seguí haciendo lo que pude, como pollo sin cabeza, durante todo ese curso escolar.
Porque, claro, si no se gestionan las matrículas no hay alumnado; si no se atienden las peticiones de títulos, el alumnado no los recibe a tiempo… Al final, el despotismo de la administración repercute en la ciudadanía porque se ven mermados sus derechos, pero también en el docente que de buena fe sacrifica su tiempo a costa de nada y que es amenazado y chantajeado si no lo hace.
Por resumir mucho la historia, al finalizar ese curso escolar me destinaron a otro centro. ¿ Es esto algo positivo para la estabilidad de los equipos que quieren consolidar un proyecto educativo consistente a medio - largo plazo ? Es evidente que no. Por suerte, la plantilla se completó con una persona más que capacitada para el puesto y yo comencé otra etapa en mi vida.
Por desgracia, en el centro educativo al que actualmente estoy destinada, un centro con más de 1100 alumnos, la situación a día de hoy se repite. Llevan todo el curso sin personal de administración; acabamos de pasar por un proceso de preinscripción, a continuación entramos en plazo de matrícula y eso es trabajo que deberá afrontar el equipo directivo. ¿La dejación de funciones de la administración, qué sanción merece ?
5. La huelga en Asturias
Otro ejemplo claro de la maquinaria del sistema es la huelga de educación en Asturias. Todo empezó cuando la entonces consejera, Lydia Espina, propuso quitar una hora de reducción lectiva que tiene el profesorado de primaria durante los meses de junio y septiembre y que dedican a coordinaciones, reuniones, organización y otras funciones que no suponen docencia directa en el aula.
Además, la misma consejera hizo ciertas declaraciones desafortunadas que llenaron el vaso de un sector ya desgastado y que, finalmente le llevó a presentar su dimisión varios días después.
Convocada desde el 27 de mayo ha tenido un seguimiento multitudinario hasta el pasado lunes día 9 junio, momento en que los sindicatos - CCOO, CSIF, ANPE, SUATEA y UGT - , que acudían a las negociaciones en unión sindical, han firmado un preacuerdo que ellos llaman “de mínimos” y desconvocado así la movilización.
Un acuerdo que muchos docentes consideran insuficiente. Pero vuelvo a la pregunta que hacía al principio: ¿Cómo es posible que quienes deberían servir al bien común actúen como si fueran dueños del sistema?
La maquinaria de la administración, politizada y partidista, ha mostrado sus mecanismos déspotas durante las negociaciones, decidiendo qué hacer y qué no con fondos públicos que NO LES PERTENECEN, que son de toda la ciudadanía. ¿Quién es la administración para poner líneas rojas?
Si las personas que ocupan esos puestos no fuesen cargos políticos con un cronómetro a 4 años vista, las cosas funcionarían de otro modo. El problema es que hay ciertos puestos que el sistema necesita mantener bajo sus faldas y en su bolsillo para poder disponer de ellos como mejor les convenga.
Si las personas que ocupan esos puestos no fuesen marionetas al servicio de un partido, no se habría llegado a esta situación.
Se interesarían por una enseñanza de calidad por encima de porcentajes
Se preocuparían del futuro y la seguridad de la infancia y adolescencia por encima de ratios y del proyecto cortoplacista y politizado
Trabajarían por una infraestructura digna de cualquier país de bien que se precie, por encima de la foto de turno en ese centro que se acaba de inaugurar
Estarían comprometidos con la formación del profesorado y la justicia en sus condiciones laborales, para garantizar así la mejor educación posible.
Otro problema interno del sistema son los sindicatos. A través de ellos, la disidencia controlada te envía su mensaje: un poquito de lucha social sí, pero no te pases, ¿eh? Que si no, ni migajas te doy.
Al principio te decía que la labor del funcionario era servir: pero hay una diferencia entre servicio y servidumbre. Los docentes, funcionarios o no, estamos hartos de ser esclavos de un sistema que nos mira con desprecio y al que sólo le interesamos en las urnas o para hacernos acatar sus consignas sin rechistar.
En Asturias, sienten que sus esfuerzos han sido en vano y que los sindicatos han vendido todo su esfuerzo. Pero, ¿qué podemos esperar de unas organizaciones que dependen y están sujetas al propio sistema? Un ejemplo más de las indecencias del despotismo institucional imperante.
Te dejo aquí el vídeo del comunicado emitido por el representante de CCOO en el canal de Instagram de @revoluciondocenteasturiana, de los pocos lugares donde encontrarás información actualizada, veraz y sin tergiversar de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo allí. Son muy pocos los medios que se han hecho eco de la huelga desde el principio; te invito a que pienses por qué.
Puedes también consultar el preacuerdo que han publicado los sindicatos en sus páginas web, como esta de ANPE. Podría mencionar muchas cosas que me parecen lamentables, como el apartado 17 acerca de la burocracia.
Se habla de dotación de personal administrativo para centros para “que las tareas burocráticas no docentes vayan siendo asumidas paulatinamente por el personal de administración”. Fíjate que hablan de equipos directivos unipersonales, es decir, que hay centros educativos - quizá porque sean escuelas rurales o donde no haya mucho alumnado - dirigidos por una sola persona. ¿A alguien le parece esto un criterio de mínimos? Pero, ¿es que las labores admisnistrativas no docentes las llevaban a cabo los docentes?
Déjame decirte que esta es una de las realidades más desconocidas del sistema educativo de este país y uno de los frutos del despotismo institucional: el chantaje emocional velado por parte de la administración al que se ven sometidos muchos equipos directivos y docentes.
6. NO ESTAMOS SOLOS
A pesar del despotismo institucional y la falta de apoyo social, los docentes llevamos años sosteniendo el futuro con las manos vacías. Lo mínimo sería que no nos las ataran.
Me frustra profundamente que nadie parezca querer ver lo evidente: que el sistema educativo se hunde. Sólo se sostiene como párking infanto-juvenil sobre los hombros del profesorado. Día a día docentes de distintos niveles educativos llegan a un aula sin una red que lo proteja, nadando a contracorriente mientra ven cómo se acerca un tsunami.
Enseñar se ha convertido en una carrera de obstáculos sin sentido. Y quienes creemos en la escuela como motor de cambio social y apuesta por el futuro, estamos abandonando el barco.
Porque no nos sentimos representados, respaldados ni apoyados. Nos sentimos solos, desalentados mientras vemos hundirse el futuro de nuestros niños, jóvenes y adolescentes. ¿Lo peor? Que es algo que llevamos mucho tiempo advirtiendo. La crónica de una muerte anunciada.
A pesar de todo, un acuariano auténtico no renuncia del todo al sueño de un mundo mejor. Su rebeldía no es destructiva, sino constructiva. Cree que otro sistema es posible, aunque deba construirse desde las ruinas.
Pero para ello, necesitamos unir fuerzas entre nosotros. Porque aún queda quien cree. Porque en cada aula, incluso en medio del naufragio, todavía hay un puñado de valientes que, a pesar del abandono, resisten.
Quizá ese sea nuestro mayor acto de rebeldía: seguir creyendo en la educación cuando todo parece empujarnos a lo contrario. Y si somos capaces de mantener viva esa llama, incluso bajo los escombros, entonces no todo está perdido. Porque de las ruinas pueden brotan raíces.
Que no nos arrebaten el futuro. Que no nos quiten la esperanza.
Desde el corazón,
Laura
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<suspiro> 😔😔 No le veo una solución fácil... fácil en el sentido de que no involucre un colapso total del sistema educativo primero, con todo el caos y los damnificados que ello implicaría.
Si fuera que todos los docentes estáis de acuerdo y que partís de la misma base, se podrían forzar alternativas, organizar una desobediencia pacífica consensuada... y gestionar una transición "desde abajo"; pero el mayor problema es esta ruptura generalizada del tejido social que está pudriéndolo todo.
No sé... <suspiro>
Es que el sistema ya ha colapsado, eso es lo que quiero hacer ver. Pero como los profesores siguen al pie del cañón, nadie se da cuenta. La razón de por qué seguimos aguantando es, primero, por nuestro alumnado, y segundo porque somos cero corporativistas. Y por último, pues por el mismo motivo porque seguimos permitiendo que los que llegan al poder, sin colores ni banderas, nos roben como les da la gana y se rían de nosotros en nuestra cara.
La solución pasa por exigir un cambio de sistema. Pero, ¿quién va a atreverse a eso?