DESPEDIR UN CICLO
Este último mes ha venido cargado de puntos y aparte: mi última clase presencial, últimos exámenes que corregir, últimas firmas de actas y reuniones de departamento… En septiembre no estaré - por primera vez en 15 años - para evaluar a mi alumnado en la convocatoria extraordinaria.
Hace unos días solicité una excedencia. Me marcho a vivir a Lisboa y no sé cuánto tiempo estaré alejada de las aulas. ¿Estaré de vuelta el año que viene? ¿Será tal vez un hasta siempre?
Siento cierta sensación de vértigo, como si me acercara al borde de un precipicio: alivio, miedo, dudas, incertidumbre, chute de adrenalina… Si algo he aprendido durante este tiempo es que no solemos estar preparados para las propuestas de transformación que nos ofrece la vida. Eso hace que los cierres de ciclo, con todo este cocktail emocional, consuman grandes cantidades de energía personal y creativa.
Ya me habían advertido de ello: cargar con dos realidades, la que dejas atrás y la nueva que quieres crear pero que aún no existe, es un esfuerzo hercúleo.
Por eso desde octubre vengo sintiéndome como una malabarista, intentando ir hacia una nueva realidad sin haber dejado atrás la anterior. A la par que tratando de construir un nuevo hogar dentro de mi que pueda nutrirme y sostenerme en este presente/futuro, a mi propio ritmo y respetando mis tiempos.
He tenido que despedirme de rutinas asentadas durante años, desapegarme de un fuerte vínculo con una forma de trabajar y una personalidad en el ámbito laboral, para aventurarme hacia el emprendimiento.
Pero han sido despedidas necesarias porque sólo dejando ir lo que ya no sirve podemos abrir espacio a algo diferente que nos llama. Cada adiós es una semilla plantada para un crecimiento genuino, aunque aún no podamos ver sus brotes.
LECCIONES APRENDIDAS
Como te decía, cerrar etapas consume mucha energía, y vivir entremedias supone un tremendo desgaste a nivel emocional, mental y físico. En mi caso, he tenido varios momentos de crisis a lo largo de estos meses que han venido acompañados de grandes aprendizajes.
En esas ocasiones he tenido que descansar y tomar distancia para poder ver con claridad hacia dónde iba y de dónde venía porque sentía que no era capaz de seguir conviviendo con ambas realidades.
Si estás pasando por un momento de transición similiar, sea profesional, personal o relacional, hoy comparto mis aprendizajes por si pueden ayudarte o, al menos, hacerte reflexionar y animarte a cuestionarte por qué te están ocurriendo ciertas cosas.
Los procesos de cambio y transición no son lineales.
Lejos de seguir una ruta predecible, están marcados por retrocesos, aprendizajes inesperados y la necesidad constante de adaptación.
Cuando la incomodidad te hace cuestionarte tu realidad, establecer un plazo para un cambio está bien, pero es necesario tomar conciencia de que aferrarse a una duración concreta puede ser contraproducente. Es posible que cada paso adelante implique una revisión, y lo que parecía una certeza se transforme en duda ... o al revés.
En este vaivén, el crecimiento no desaparece, sino que se va construyendo de forma orgánica, a partir de la experiencia y la resiliencia frente a lo incierto. No pretendas controlar el proceso. A veces avanzar sólo es poder sostenerse en medio del caos.
Cada persona tiene sus propios ritmos, circunstancias y necesidades: si por tu propia personalidad los cambios te generan expansión, tu proceso se verá seguramente acelerado y fluirá con facilidad.
Pero si las novedades te generan incomodidad o tu situación personal no permite avanzar más rápido, la aceptación es tu gran aliada. No exigirse más de lo que se es capaz de sostener es vital para transitar el cambio con respeto y compasión y sin caer en el burnout.
🪀 En mi caso, cuando en octubre sabía que mi vida iba a dar un cambio comencé a trabajar con
- ¿dónde estaría yo hoy si no se hubiese cruzado en mi camino?. Entonces no tenía claro si dejaría mi trabajo antes de acabar el curso, así que comencé por su mentoría de 3 meses. Hemos acabado prolongándola hasta finales de junio, 5 meses más de lo previsto. Era completamente necesario por los procesos que viví y que te cuento a continuación.Todo cambio implica un proceso de duelo
Cerrar un ciclo implica despedirse de algo que tuvo significado, ya sea un trabajo, una relación, un proyecto o una etapa de vida. Esto genera emociones complejas que requieren mucha energía para ser procesadas y aceptadas.
Por ejemplo, cuando un docente toma la decisión de dejar el aula tras años enseñando, no solo está cambiando de trabajo, está dejando atrás una parte importante de su identidad y rutina.

🪀Mi primera crisis llegó en noviembre. Al empezar a trabajar con
, decidí estar abierta a posibles oportunidades laborales que pudiera surgir. Ella fue una de las personas - no la única - que me habló de la dificultad de sostener dos vidas paralelas.Comenzaba ya a sentir que sostener ambas opciones se me hacía muy difícil. Me sentía cansada y desmotivada, como si cargase una losa de 100 kg a mis espaldas. Así que después de un mes trabajando juntas, empecé a cuestionarme dejar el trabajo antes de que acabase 2024. Incluso buscar otra fuente de ingresos en remoto que me permitiese seguir en mi proyecto desde otro país. ¿La verdad? Buscaba salir de la incomodidad lo antes posible.
La idea me rondaba la cabeza cuando una oferta de trabajo me llamó muchísimo la atención. Sentí que encajaba en el puesto a la perfección, así que envié mi CV, después de años de no haber participado en procesos de selección. Fui rechazada en cuestión de horas 😅.
Después de eso, me sentí rara durante días, muy cansada y con mucho ruido interno. Me sentí invisible y vulnerable a la vez fuera de mi zona de confort. Como si me desvaneciera en ese terreno desconocido.
Esto marcó un punto de inflexión por dos motivos:
Me di cuenta de que el simple hecho de haberlo intentado significaba que estaba dispuesta a explorar nuevas rutas y salir de la inercia. Aunque me había aterrado, la negativa fue el empujón que necesitaba para seguir replanteándome qué quería realmente y qué pasos estaba dispuesta a dar para acercarme a ello.
¿Quería seguir trabajando para otros? ¿O conocer quién puedo llegar a ser cuando nadie puede decirme qué hacer ni cómo?
Al mismo tiempo, fui consciente de que estaba dejando atrás un sueño cumplido: conseguir mi plaza como profesora de EOI. Había luchado mucho para lograrlo y ha representado una meta muy importante en mi vida.
Aceptar que los sueños cambian y que ése ya no se alineaba con lo que yo deseaba me hizo atravesar un proceso de duelo por soltar algo que una vez me hizo feliz.
Se activa el estrés del cambio
Renunciar a un empleo estable para emprender un nuevo camino genera inseguridad sobre el futuro. En mi caso, mi cerebro estaba percibiendo este cambio importante como amenaza a mi zona de confort, lo que activó los sistemas de alerta liberando hormonas del estrés - el famoso cortisol, lo tenía por las nubes - .Con todo eso pasando a la vez dentro de mí, ¿cómo no iba a estar agotada?
Se requiere también un esfuerzo cognitivo para reevaluar y planificar. Al cerrar una etapa, en este caso cambiar de actividad laboral, una persona debe investigar, formarse si lo considera necesario, y hacer un balance: evaluar aprendizajes, detectar obstáculos y pensar qué quieres construir a partir de ahora.
Esto exige concentración, reflexión profunda y toma de decisiones, lo que consume recursos mentales y creativos. Sobre todo cuando no tienes una respuesta clara de hacia dónde quieres ir.
🪀 Yo sabía que quería hacer algo diferente. No sabía el qué, sólo que quería descansar de la docencia.. Así que de la mano de
más todo el trabajo previo con , comencé a esbozar ideas para un proyecto de emprendimiento. Conseguimos un mapa conceptual de aquello que más me expandía y comencé a trabajar por ahí.Durante el mes de enero comencé a sentirme agotada a nivel físico y emocional. La búsqueda de piso en Lisboa más la posterior mudanza de mi marido en febrero, el trabajo y todos los cambios que estaba atravesando me dejaron sin apenas energía ni claridad mental.
El cansancio empezó a pasar factura. Me di cuenta de que seguía idealizando mi trabajo, gravitando en torno a la seguridad que me ofrecía un puesto y sueldo fijos, incluso cuando la vida me gritaba que ahora tocaba acercarse al precipicio a explorar.
Fueron un par de meses en los que de repente todo se había vuelto demasiado intenso, y sentía que no podía sostener el ritmo que me había propuesto inicialmente. Necesitaba más tiempo, no solo para cerrar la mentoría cumpliendo unos mínimos sino también para acompañarme a mí misma en medio de esta transición.
Hice una reflexión personal:
¿Estoy preparada para soltar aquello a lo que me aferro en favor de la libertad que me aporta este nuevo camino? ¿De verdad quiero emprender? ¿Es esto lo que quiero hacer?
No tenía respuesta. Así que por unos días me dediqué a descansar y olvidarme del proyecto y de todo lo demás. Un par de semanas más tarde tenía claro que lo único que me guiaba era la certeza de que ya no quería seguir haciendo lo mismo. Quería mayor libertad, de movimientos, de horarios, para hacer lo que me apeteciera. Y emprender ayudando a otros era el camino que había decidido recorrer.
El cambio puede frenar la creatividad
En los procesos de transición, la mente suele quedar atrapada por todo lo que implica el cierre de una etapa. Es un momento en que los pensamientos giran en círculos y las emociones fluctúan sin cesar. En medio de ese vaivén interno, es natural que la creatividad se ralentice o incluso se frene por completo.
Crear requiere espacio mental, una cierta ligereza para la exploración. Pero cuando estamos en proceso de cambio, se ve sustituida por el peso de lo incierto. La inspiración se retrae ante las dudas, el cansancio o el simple hecho de estar emocionalmente saturados.
No es que la creatividad se apague para siempre; más bien, entra en una especie de pausa silenciosa. Hiberna esperando a que el terreno interno se asiente. Porque a veces, antes de poder imaginar o construir algo nuevo, necesitamos simplemente sostenernos. Darnos permiso para no ser productivos mientras todo dentro de nosotros está cambiando.
🪀El último momento de crisis lo he vivido hace unas semanas. El último día de clase mi alumnado de C1.1 me regaló unos detalles preciosos con un simbolismo que me emocionó. Entre ellos, un escarabajo de turquesa, símbolo de la regeneración y el renacimiento, traido directamente de Egipto por una de las alumnas y la tarjeta que comparto más abajo. Les pedí leerla en la intimidad, porque sabía que me emocionaría.
En los días siguientes me quedé sin fuerzas para escribir, cantar o hacer nada creativo. Sentía como si alguien hubiese puesto un tapón a mis ideas: no fluía nada. Nunca había experimentado algo tan frustrante y aterrador a la vez. Pensé, ¿y si mi creatividad se ha ido para siempre? ¿Puede agotarse la creatividad?
Pronto me di cuenta de que, de nuevo, tan sólo necesitaba descansar. Cerrar este ciclo había requerido un empujón final del que no había sido consciente. Durante la siguiente semana descansé, leí, dormí, mientras me permitía llorar. Con la aceptación llegó la calma.
Fue mi despedida y cierre real a una etapa que me ha hecho ser quien soy hoy.
¿A QUÉ TE VAS A DEDICAR AHORA?
La pregunta del millón que me hace todo el mundo: Laura, ¿a qué te vas a dedicar ahora?
A ver… Si tenemos en cuenta que soy una polvorilla, quieta no voy a estar. Ya te lo aseguro. Pero, ¿y si en esta nueva etapa se tratase más de ser y no tanto de hacer? De disfrutar del camino y de lo que vaya llegando.
Quiero ser más desde mi lado creativo, escribir por aquí con más frecuencia y grabar y publicar más episodios en El Podcast de Laura. Explorar otros temas desde la curiosidad.
Quiero poner esa creatividad al servicio de negocios digitales, a través de mis servicios de Copywriting con alma.
Quiero ser sostén y apoyo para docentes que están iniciando un proceso de transición hacia otra profesión, a través de acompañamientos que estoy terminando de perfilar y que estarán listos - fingers crossed 🤞🏼 - en septiembre/octubre.
Quiero ser quien plante la semilla de la conciencia, a través de charlas, talleres y masterclasses, en docentes, emprendedores y/o personas altamente sensibles que andan perdidas sin saber muy bien qué les ocurre o cómo conseguir llevar una vida más acorde a quiénes son.
Quiero ser en comunidad con profesores que buscan un punto de encuentro donde compartir(se) sin juicio. Hay una gran necesidad de espacios simplemente para hablar y aprender los unos de los otros. Para ello, estoy creando una membresía que espero vea la luz de cara al nuevo curso.
Y hasta aquí puedo leer, que no es poco. Puede que en el camino se crucen otros planes, puede que más adelante retome la docencia desde mi propia manera de enseñar y aprender. ¡Yo que sé!
Por ahora, esa parte de mi necesita descansar y recuperar la ilusión que un día tuvo, que el sistema se ha encargado de pisotear pero que mi alumnado se ha encargado de recordarme.
Ya lo decía Unamuno, “el progreso consiste en renovarse". En ello estamos, Don Miguel, en ello estamos.
Desde el corazón,
Laura
💡 Por si puede ser de tu interés:
📝 Sección destacada - Diario de una reinvención
✨ Artículo anterior - La educación en España: crónicas de una muerte anunciada
🎙️ Episodio 12 - El Podcast de Laura - La incomodidad: un camino hacia el cambio
⚙Servicios - Copywriting con alma
📚 Libro recomendado. El Plan Maestro. Javier Sierra
🚪 Antes de marcharte, te invito a que te tomes un té aquí y me conozcas un poco mejor.
Qué bonito escribes Laura, qué profundo, qué acertado. Me veo reflejada en todo lo que dices. Te deseo, nos deseo un camino amable para redescubrirnos. Y, por qué no, también lleno de ilusión, pasión, dudas, vértigos y ganas de luchar por quien somos y lo que queremos. Mucha suerte Laura querida. Nos hablamos un día de estos. Muchos besos 😘
Hola, Laura. Espero que todo te vaya bien en esta nueva etapa. Estoy segura que así será. Me ha parecido muy acertada tu reflexión y me la guardo para que me acompañe en mi propio proceso de cambio que iniciaré en septiembre. Me emociona y aterra a partes iguales, pero sé que es lo que tengo que hacer. Un abrazo, compañera.