Entre libros #0 - Una historia infinita
Un relato de amor incondicional rescatado del olvido
Estamos en abril y no podía dejar pasar la oportunidad de escribir acerca de mi obsesión ( más que afición ) por la lectura. Quien me conoce me ha visto alguna vez con un libro en las manos: vivo rodeada de ellos desde que tengo uso de razón. Uno de mis sueños es tener una biblioteca con mi propio rincón donde poder leer durante horas.
La verdad, no recuerdo ni cómo aprendí a leer, sólo recuerdo hacerlo y perderme en el proceso ya desde muy pequeña. Es algo que siempre me cuentan mis padres y todos mis familiares: aprendí a leer casi a la misma vez que aprendí a hablar. Iba preguntando por las letras de todos los carteles y matrículas. Leía todo lo que cayese en mis manos.
Quizá porque encontraba ahí mi refugio del mundo exterior, o tal vez porque leer me hacía imaginar otras vidas y sentir en libertad sin juicio, los libros se convirtieron en mis mejores amigos. Y qué mejor manera de honrarlos que iniciar con una historia la nueva sección Entre libros en Un té con Laura.
El relato que os traigo hoy lo escribí hace ya unos años. Lo recuperé de una libreta que estuve a punto de tirar a la basura; curioso como aún encuentro tesoros entre toda mi maraña de notas.
Quería escribir una oda a esas historias que se encierran entre las tapas de los libros que me han acompañado y dado consuelo a lo largo de mi vida. Esas que se te clavan en el alma para siempre.
Espero que te guste.
Una historia infinita
Jamás olvidaré el día en que la vi entrar; me miró con sus grandes ojos cargados de ilusión y se dirigió hacia a mí. Yo, elegante y atractivo, con ese característico perfume de mi juventud, me mantenía quieto entre las primeras filas mientras la veía acercarse; cuando se paró ante mí y me rozó con sus dedos, todo su rostro me sonrió.
Supe entonces que lo nuestro sería amor eterno, sería a ella a quien revelaría todos los secretos que llevaba conmigo, esos tan oscuros y profundos que sólo compartimos con quien nos ama con el alma, el cuerpo, la mente y el corazón.
Como en toda historia de amor, al principio éramos inseparables; pasábamos horas y horas juntos, disfrutándonos, conociéndonos, rozándonos. Arropados en el sofá acompañados de una taza de chocolate caliente en invierno o tumbados bajo un sol de justicia en verano.
Un día, ella siempre tan ensimismada en esa ensoñación que la envolvía, se bajó del bus sin darse cuenta de que yo no la acompañaba. ¡Me había dejado atrás! Al cerrarse la puerta y comenzar a alejarse, se giró y pude ver su rostro desencajado.
Reaccionó de inmediato echando a correr tras el autobús. Tan ensimismada como tenaz, logró que el conductor parase y entre risas y suspiros de alivio, pudimos reencontrarnos. Todo pareció volver a la normalidad.
Quizá lo que ocurrió en el bus fue el primer síntoma de que las cosas estaban cambiando. Algunos días la notaba ausente, y cada vez se espaciaba más el tiempo que pasábamos juntos.
Apenas nos veíamos, por momentos ni siquiera se percataba de mi existencia, y empezó a distanciarse de mí. Dejó de buscarme con la mirada, de volver a mí cuando necesitaba consuelo o alegría.
Mis viejas historias ya no la atraían, mis secretos ya desvelados me volvieron aburrido. A esa joven, nuestra relación le parecía infantil e inmadura. Mientras yo, que me había entregado sin condiciones, dándole todo lo que tenía en mí, me sentía indefenso e impotente. El tiempo nos alejaba y que ya no me quedaba nada que la retuviese a mi lado.
En los ojos de aquella joven que conocí ya no brillaba la ilusión; la vida la atrapaba y fue así como dejamos de compartir lágrimas y risas para sumergir lo nuestro en el olvido. Yo, iluso, relegado a un rincón de su existencia, confiaba en que volviera a fijarse en mí.
Años después, con la piel desgastada y con mi interior desvencijado y teñido por el color que pinta el paso del tiempo, sentía que mis aburridas entrañas no lograrían despertar de nuevo su interés ni el de nadie.
Vacía de su atención, de su emoción, mi existencia no tenía sentido.
Cuando había perdido toda esperanza, nuestros caminos volvieron a encontrarse. Al verla, me percaté de que esa joven a la que un día me entregué entero, ahora era ya una mujer.
No venía sola; la acompañaba una niña con su misma mirada que me trajo recuerdos de una época mejor.
Esa niña, con la misma ilusión y la deslumbrante sonrisa de su madre, me devolvieron en un instante el brillo que yo también había perdido: mi historia de amor comenzaba de nuevo.
Una historia que será infinita mientras perdure en las memorias y en las almas de todos los niños, grandes y pequeños, que leen con el corazón en los ojos.
✨A quienes amáis la lectura, a los que escribís y os compartís sin límites, a los que os dejáis atrapar por cada libro, por cada historia, por cada palabra, os deseo que nunca perdáis esa ilusión por leer ni las ganas de compartir ese amor con otros.
Desde el corazón,
Laura
🚪 Antes de marcharte, te invito a…
🫖que te tomes un té aquí y me conozcas un poco mejor.
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🧠reflexionar. ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que leíste? ¿A qué libros acudes cuando necesitas paz, consuelo o alegría?
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Qué maravilla, Laura!!!! Se me ha hecho un nudito en la garganta y he recordado todos mis diarios y libretas con mis secretos de juventud 💖💖💖✨