Confieso que reconocerme en el rasgo de la alta sensibilidad ha marcado un antes y un después en mi vida. Saber que no me pasaba nada malo, que no era un bicho raro por expresarme de manera diferente, por sentir tanto y ser más intensa que los demás, me quitaba de encima un peso de 38 años de no aceptarme. Espero con todo el alma que este post llegue a quien necesite leer estas palabras porque no pueda expresarse desde quién es de verdad: negar una parte del ser crea una herida que deja cicatrices imborrables.
En un post anterior te contaba que durante mucho tiempo he vivido a espaldas de quién soy. Vivía atrapada en un personaje autoexigente y autoritario, esa jueza interior ( a la que hoy agradezco tanto ), que me había protegido con una armadura de intransigencia y perfeccionismo y una visión limitada de la realidad.
Mi amiga Estrella me decía hace un tiempo que hago siempre todo con un estándar muy alto, que lo exijo en otros porque yo soy la primera que se lo exige. En ese momento, me conocía ella mejor que yo a mí misma porque sus palabras me generaron un rechazo que entonces no supe identificar.
Hoy sé que he utilizado a mi jueza como disfraz, y tras la máscara de su protección he vivido muy cómoda frente al mundo frío y hostil, ocultando esa intensa emocionalidad que siempre ha estado en mí, como un fuego interior que respondía a distintas situaciones de la vida: un cambio de estación, el paso de primaria a secundaria, el final de un libro, el inicio de una nueva amistad, un cambio de ciudad, una broma de mal gusto…
En esas ocasiones que me hacían ( y me hacen ) sentir tanto, me refugiaba en mi interior y desde mi fortaleza, miraba a mi alrededor y pensaba:
Están pasando tantas cosas dentro de mí, ¡y nadie lo sabe! ¡Y no puedo expresar esto sólo con palabras! Si a alguien más le ocurriese, lo diría; es imposible que alguien sienta tanto y se lo guarde para sí mismo.
Así que yo solita llegué a la conclusión de que si nadie compartía estas emociones, estas sensaciones y experiencias, la que estaba rota y no funcionaba bien, era yo. Y así desde pequeña, con las experiencias de la vida y el paso del tiempo aprendí que mostrarme más fría, autoexigente, cortante, indiferente e intransigente era más seguro: el escudo que paraba los ataques contra ese corazón sensible.
Esa sensación de soledad, de que sentía de una manera errónea, me ha acompañado a cada paso que he dado: era imposible compartirla con los demás porque me tacharían de exagerada, quejica, llorona, débil… me mirarían con ese gesto de incomprensión con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido y más rechazo ya no era capaz de tolerar.
Por todo ello, al principio de descubrir el rasgo me sentí desubicada porque, ¿quién era yo para ser altamente algo, si mis emociones tenían la brújula rota? Interiorizar que no había nada raro en mí, que simplemente mi sistema nervioso funcionaba de manera diferente hizo que las piezas empezaran a encajar y aún me encuentro armando este puzzle que soy yo con una ilusión renovada.
No puedo obviar el papel sanador de una dura terapia de casi año y medio que me ayudó poco a poco a ir separándome de ese disfraz de frialdad y con ello también a ver lo sola que he estado en mi camino, a aceptarme como soy y por lo que soy, a saber valorar mis tiempos, y a reconocerme el mérito de haber llegado aquí pese a todo.
Sigo trabajando en cómo compartir con los demás; está siendo muy duro. Parte de este proceso es escribir, aquí, estas experiencias y cómo las he vivido.
Así que, si estás leyéndome y te sientes identificado con lo que cuento, por favor, debes saber que no estás solo, que esa coctelera infinita de emociones es un gran regalo que te ofrece la vida, una oportunidad de disfrutarla como los demás ni alcanzan a comprender.
Toma el regalo con compasión hacia tí mismo, con humildad y con la responsabilidad que conlleva el gran poder de la alta sensibilidad.
Desde mi corazón sensible,
Laura
Me ha gustado mucho tu reflexión Laura.
Me he sentido identificado con muchas cosas que comentas. Pero lo de la escritura es lo principal. A mí siempre me gustó la poesía, me gusta leerla. Pero a raíz de episodios negros en mi vida, de los que he hablado ya en alguna carta, mi sensibilidad y mis emociones se dispararon de forma exponencial. Ahora no solamente leo poesía, sino que la escribo también. Es algo que me ayuda mucho a soltar esas emociones atascadas y esas cosas que de otra forma no puedo expresar. En mi familia y en mi entorno, amigos, etc, no conocen mi afición a la escritura, y mucho menos que escribo poemas. Prefiero que siga siendo así de momento. Algún día se enterarán, pero de momento me ayuda a saber que sigo «sólo» experimentando sus beneficios.
Reconozco también esa sensación de soledad cuando crees que nadie te comprende o cuando ves que para ti las cosas son más importantes y más intensas que para los demás. En verdad, tu reflexión bien podría ser la mía. Lo que tú sientes es, sin duda, lo que yo siento en muchas ocasiones.
Es bueno saber que puedes hablar con otras personas de todo esto. Al menos noto que me siento comprendido. Te recomiendo seguir a Clara, de Cartas desde Neptuno. Ella fue la que hizo que yo descubriera el por qué de esto que nos sucede. Seguro te ayudará a comprender mejor todo.
Un placer encontrarte. 🤗
Nos leemos. ❤️🩹
Qué saturnino lo que cuentas y cómo me resuena 🙂. Justamente esta semana he estado aprendiendo más sobre esto. Te entiendo perfectamente. Y no, no estamos solas ❤️