Hace poco, divagando con una amiga sobre nuestras vidas, me decía que ahora mismo no necesitaba nada más para sentirse satisfecha, ni tampoco tenía aspiración por conseguir "algo mejor". Mientras la escuchaba, de manera inconsciente, mi mente formuló el siguiente pensamiento: "qué conformista, con su edad y qué poca ambición".
Al instante me di cuenta de que acababa de emitir un juicio de valor y me sorprendió porque no identifiqué de dónde procedía. Me sonó incluso a una voz externa, ya que no va muy en línea conmigo y mi forma de ver la vida… o eso pensaba. Como me ocurre a menudo cuando algo me ronda la cabeza, comencé a reflexionar acerca del por qué juzgaba su actitud. Llegué a dos conclusiones.
La primera surge de ese “qué conformista” y la connotación negativa ligada, en mi mente inconsciente, al término. Pongo el caso en cuestión y mi razonamiento como ejemplo. Una mujer a mitad de la treintena con un bebé y un trabajo físico poco valorado (social y económicamente) con una casa, digamos pequeña, debería tener que aspirar a una casa más grande y a un puesto de trabajo conforme a su formación, con mejores (socialmente aceptadas) condiciones.
En ese debería tener que, radica el asunto; ¿qué ocurre si la persona en cuestión no necesita más de lo que tiene en este momento, es consciente de ello y no le preocupa esa expectativa social o cultural de lo que toca ahora en función al momento vital o el estatus? Su actitud reflejaba de manera muy evidente una aceptación de una situación que a ella la hace feliz, sin dilemas ni conflictos internos de lo que debería poseer, ser o estar haciendo en ese momento.
En este rumiar, logré separar la aceptación del conformismo. Existe un espacio propio para la aceptación en el mapa del ser: esas pequeñas rutinas, personas y objetos que nutren nuestra vida y la hacen plena. Por otro lado, el conformismo dispone de su propia geografía, independiente de la aceptación pero fronteriza a ella. Quizá basado en el miedo a romper una dinámica cómoda pero que impide el crecimiento del individuo, íntimamente ligado a la resignación, a la pérdida de esperanza en una mejora de las condiciones internas y externas.
Esta diferencia me aportaba una nueva perspectiva y comprendí que mi amiga no estaba siendo conformista, sólo había logrado aceptar desde la consciencia más absoluta que no necesitaba nada más para sentirse plena y satisfecha. Entonces, ¿por qué mi pensamiento se dirigió hacia el conformismo y la falta de ambición?
Quizá su sosiego chocó frontalmente con mi concepto de lo esperado y eso provocó en mí ese juicio de manera automática. Comoquiera que sea, esta reflexión me hizo ver cómo las creencias y expectativas sociales influyen en nuestra forma de vivir y cómo se cuelan en nuestro inconsciente por mucho que nos consideremos inmunes a ellas. De aquí, mi más reciente segunda conclusión.
Siento que hay una creencia muy inconsciente (al menos en mí) en la consecución de bienes materiales como reflejo de superación personal y mejora del estatus social. Este razonamiento, heredado de un sistema capitalista y materialista, (del cual las redes sociales son el vehículo), nos interpela a no bajar nunca de esta rueda de hámster del consumismo.
En este caso particular, mi mente había asociado que con su edad, un bebe y su formación, el siguiente paso natural era una casa más grande y un mejor trabajo, con mayor remuneración y valoración social. Culpable de caer en la trampa mental de este sistema que, para mantener su vertiginoso ritmo, nos incita a ir haciendo girar una rueda cada vez más grande e inabarcable. Es una carrera a ningún sitio, donde nuestro único objetivo es encontrar el siguiente escaparate lleno de objetos vacíos de esencia real.
Y es que si disfrutamos de las pequeñas cosas del día a día, de quienes somos y con quienes compartimos nuestra vida, y no necesitamos endeudarnos más para llenar un vacío o marcar un hito en nuestra fútil existencia, este consumismo muere y la rueda se para. Algo que sospecho no interesa a la globalidad de este tejido social construido sobre una superficialidad banal.
Sin embargo, aceptar que el consumismo voraz está imbricado en lo más profundo de quienes somos, no supone criminalizar la necesidad del ser humano de avanzar y mejorar en sus condiciones de vida, o simplemente de disfrutar de experiencias que nos aporten bienestar, disfrute o mayor comodidad. De hecho, la posibilidad del ser humano de desarrollarse en todo su potencial es opuesta al conformismo y la resignación, barreras a la superación del individuo, que ya mencionaba con anterioridad.
Lo que cuestiono aquí, incluso en mí misma y de manera constante, es la falta de reflexión acerca de esas necesidades e impulsos detrás de aquello que ambicionamos, y qué esconden en sí mismos. Siento que es fundamental un despertar en la conciencia de cada uno de nosotros, que se traduzca en un desarrollo del pensamiento crítico para así recuperar el poder de nuestras vidas.
Para ello, te invito como siempre, a que compartas tus reflexiones y te cuestiones no sólo tus pensamientos sino también qué hay detrás de ellos, para que puedas vivir una vida consciente y tomar decisiones coherentes desde quién eres y quién quieres ser, en lugar de qué tienes y qué quieres poseer.
Desde el corazón,
Laura
La vida es fluir y fluir de manera libre se antoja difícil por la cantidad de impactos que recibimos a diario. Nuestra sociedad, está diseñada para que nuestra mente no pueda asimilar toda la información y todos los impactos. Es cómo boxear y te dan tres puñetazos seguidos y otros tres después, que no sabes donde estas y estando así, es difícil pensar y difícil profundizar. Cuando te paras y tomas algo de conciencia, ocurren dos cosas, la primera que todo es una batalla contra lo que te imponen, la segunda, que empiezas a ver a quienes te rodean cómo parte y peones del sistema.
Me ha gustado mucho tu reflexión, Laura. Lo de prejuzgar es algo en lo que caemos casi todos. Yo tampoco entendía que conocidos míos se conformaran con cosas que yo veía que podían mejorar… pero claro, lo veía desde mi punto de vista, no del de ellos. Escribí hace poco acerca de eso, del pensamiento critico, de no prejuzgar y no aconsejar en temas personales y serios. Te lo dejo aquí por si lo quieres echar un vistazo: https://open.substack.com/pub/mundojablago/p/pensamiento-critico?r=3fwhhr&utm_medium=ios
Cuando quieres a las personas es difícil no tomar parte o no aconsejar. En mi caso me di cuenta de que no era beneficioso, según mis experiencias vividas con gente cercana. Ahora que me mantengo al margen, vivo más tranquilo y mejor.
Gracias por estar. ❤️