Desde que pasé el umbral de los 40 me visitan pensamientos inquietantes sobre los años vividos y los que me quedan por vivir. Aparecieron de repente, como si alguien hubiera encendido una luz en una habitación oscura.
No pienso en ellos todo el tiempo, pero están ahí, en el fondo de mi mente, como una presencia fantasmagórica. ¿La verdad? Me hacen reflexionar sobre mi existencia, sobre la de los demás, y sobre mi futuro. ¿ Será esta crisis existencial que parece no acabar nunca ?
Quien despierta estas reflexiones es una voz profunda y cálida. Inquieta, curiosa, inconformista, pero que no siempre ha estado ahí. Estuvo y desapareció. O más bien, se perdió. Esa es la historia que vengo a contarte hoy, la de mi voz perdida.
De lo interno y lo externo
Ahora que la tengo tan presente, me doy cuenta de que hubo un tiempo donde vivió más libre, donde ocupaba más espacio tanto en mi interior como al expresarse en el mundo.
Recuerdo que cuando tenía que tomar una decisión, llenaba mi diálogo interno con su intensidad característica. Pero esa fuerza, comenzó a desvanecerse hasta perderse en mi memoria y desaparecer por completo.
Durante muchos años esa voz, a la que yo llamo natural, que nace desde la esencia de cada persona, la define y la diferencia del resto, ha estado callada.
Quizá por esa ilusión absurda del control, a la hora de tomar decisiones he vivido aterrada de equivocarme y escoger lo que no era. Esa lucha interna constante por negar una parte de mí misma, por evitar conectar con el dolor de no ser suficiente. Todo por vergüenza, miedo, tristeza: a escoger mal, a no hacer lo correcto, a hacer daño.
Puede que haya sido ese afán constante por huir del dolor o por hacer lo correcto lo que me hizo dejar de escuchar a esa voz interior que me susurraba “aquí no es” : no prestarle atención la llevó a apagarse poco a poco.
Sospecho que las miradas de extrañeza, ceños fruncidos, o gestos torcidos en caras anónimas cuando esta voz quería expresarse en el mundo, tampoco ayudó. Con su destacada sensibilidad, percibía la incomprensión en los rostros de los demás y su posterior silencio cargado de desconcierto.
Así mi voz natural, ignorada por mí misma, incapaz de expresarse y hacerse entender, percibió que el problema era suyo. Su mecanismo de supervivencia fueron palabras vacías desde un lugar incómodo. Con el tiempo, olvidó su color, su matiz, su timbre. Se sentía tan rara que durante mucho tiempo anduvo desorientada y sola. Así, finalmente acabó por perderse.
El camino de vuelta
Hay personas que aparecen en nuestra vida con un propósito: el de Nomi fue indicarme el camino de vuelta hacia esa voz perdida. Fue ella quien me regaló el libro Untamed, donde Glennon Doyle escribió:
"I will not stay, not ever again, in a room, or a conversation, or a relationship, or institution that requires me to abandon myself".
Doyle me empujaba a salir de todas aquellas situaciones que me hubiesen llevado a dejarme de lado, a abandonarme a mí misma. Tuve la extraña sensación de que las palabras no se quedaban en el papel, sino que flotaban y se convertían en un susurro. No he dejado de escucharlo desde entonces.
He comprendido al fin que mi voz se escondió porque no tenía un lugar seguro donde expresarse, ni hacia dentro ni hacia fuera.
Hacia dentro, porque yo era la primera que ni la conocía, ni la comprendía.
Hacia fuera, el exterior hacia de espejo.
No importaba cuánto se afanasen otros en comprenderme ni yo en hacerme entender: eran voces que hablaban un lenguaje diferente. No es que unas fuesen mejores o más acertadas que otras, simplemente no se comunicaban en el mismo idioma.
He comprendido que las voces como la mía anhelan y florecen en conversaciones profundas, que aportan y enriquecen. Y no hay nada malo en eso. En mi caso, hoy se comunica a través de las palabras, cuando escribo, cuando canto, cuando pasea por mis pensamientos. Sé que hay otras voces que necesitan de mi color, de mis matices.
Si tu también sientes en tí esa voz natural que habla un idioma perceptivo, sensible y profundo, que tiene una forma particular de ver y comprender el mundo, asegúrate primero de crear el refugio interno donde tu voz natural se encuentre a salvo para que después encuentre el lugar ahí fuera donde sea apreciada, aceptada, comprendida por quienes hablan esa misma lengua.
Donde no pueda brillar
Aquellas miradas, esos ceños fruncidos, esas palabras que hieren incluso sin querer, sois tú mismo y los demás tratando de resolver el puzle que eres tú, pero sin comprender ni aceptar tu visión ni tu percepción del mundo. Es una manera de lidiar con lo que no se entiende.
Recuerda siempre que todos tenemos la necesidad de sentirnos sostenidos, comprendidos y aceptados, ante todo y principalmente por nosotros mismos. Si allí donde estás tu voz no es tenida en cuenta, busca otro lugar donde lo sea por quién eres, por lo que eres, por la luz que desprendes.
No te quedes donde no seas tenido en consideración desde el cariño y el respeto, donde no te den el amor que te mereces, porque eres un ser digno de todas las cosas bonitas que eres capaz de crear, aunque ni tú mismo seas consciente de ello aún.
Date tiempo, se compasivo, escucha tus ritmos.
Así que muévete, haz algo nuevo y busca a otras voces como la tuya. Están ahí fuera, esperándote con los brazos abiertos. Y recuerda que está bien no ser igual o no querer lo mismo que los demás.
Yo, hoy y por los años que me queden, prometo no volver a perder mi voz natural y honrarla en su libertad, mientras continúo la búsqueda de otras voces afines. No me traicionaré nunca más mostrando quién soy allí donde no sea escuchada, allá donde no pueda brillar.
Desde el corazón,
Laura
Laura....que bien sabes expresar tus sentimientos, los haces visibles, palpables...
Te felicito por tu "columna de los martes" que cada semana nos sorprende y nos deleita con tus palabras
Me ha encantado, me siento así muchas veces