Desde hace un tiempo tengo una sensación que me sobrecoge; me imagino al mundo soltar un grito agudo y penetrante, pero en silencio, y noto cómo se me clava en el corazón.
Me sorprende su intensidad y me desconcierta; sin razón aparente, me llena el pecho y se extiende por todo mi cuerpo. A veces, parece que tomase forma; lo siento como una sombra que no llega a definirse, y que está siempre presente sobrevolando el ambiente. Algo así como El grito, de Münch pero en blanco y negro.
Así que mi mente racional, supongo que en un intento de traducir esta sensación, ha empezado a hacerse preguntas que probablemente lleva haciéndose el ser humano desde que existe la vida en este planeta: ¿cómo hemos podido llegar otra vez a este punto?¿Tanta muerte, sufrimiento, dolor y destrucción no nos ha enseñado nada? ¿Cómo hemos podido abrir de nuevo la herida del odio, haciéndola aún más grande si cabe?
Por mucho que busco una explicación a la sinrazón del sufrimiento humano, a las acciones de aquellos que se sienten con el poder de causar la muerte, de generar dolor y torturar a otros seres con los que comparten tanto, pero cuyo odio sólo les permite ver sus diferencias, no la encuentro. Me han llamado ingenua, ilusa, me explican que la guerra y las luchas de poder siempre han existido, que con la luz existe también la oscuridad.
Nunca he sido tan ilusa como para pensar que la paz en este mundo gobernado por la ambición y la codicia, fuese un objetivo común a la raza humana. Soy consciente de que hay quien sólo quiere hacer el mal por el mal, psicópatas que sólo miran el beneficio propio y que no sienten el menor ápice de empatía por cualquier otro y que se aprovechan de los más débiles para conseguir sus objetivos, sin importarles quién o qué caiga en el proceso. Y no tienen por qué ser señores de la guerra: podemos encontrar el mal en nuestro entorno más cercano.
Siempre he pensado que la vida ya nos ofrece su dosis de sufrimiento, dolor y pena como para causarlos en los demás y es por ello que, si bien me considero una afortunada por haber vivido durante toda mi vida en un país que ( hasta hace poco ), era seguro, libre y con una calidad de vida excelente, también sé que hay quién no conoce otra cosa que el dolor, la miseria y la muerte. He tenido la gran suerte, sí, de no haber sido testigo y víctima en primera persona de un conflicto armado.
Tal vez sea por eso que me desconcierta que nadie se pregunte cómo puede ser que el sufrimiento humano tenga bandos. ¿Cómo podemos pensar que hay quien tiene derecho o una razón para causar sufrimiento a otro? ¿Cómo puede haber muertes de niños que sean justificadas porque otros niños también sufren? ¿Qué es toda esta locura?¿Qué nos ha llevado una vez más a este cruce de caminos entre el bien y el mal? ¿Y quién es cuál?
Para mí, ante el terror de la muerte y el miedo no hay buenos, ni malos, sólo hay víctimas, dolor y muerte en un sinsentido de acusaciones y excusas que se esfuman y que sólo son ruido.
Mientras unos y otros se enzarzan en discusiones vacías que no mitigan el dolor de nadie ni resuelven nada, siento que el mundo nos grita en silencio que ya no puede más, que la venganza, la codicia, la locura y el miedo más atávico alimentan a esta sombra que cobra presencia y se hace más y más fuerte, desgarrando corazones, acabando con el sentido común y la esperanza, y destruyendo la humanidad.
Yo seguiré lanzando desde aquí mis preguntas para las que nadie tiene respuesta, en un intento desesperado por lograr unir al mundo en un grito que sí sea escuchado, contra esta vorágine de absurda aceptación del horror y el terror como justificación a cualquier fin.
Desde el corazón,
Laura